Uñas, barniz y el mismo país

Mientras aspiro el áspero olor de mi barniz de uñas, la televisión me confirma que el tunquito sigue enviando soldaditos de papel de china para que jueguen a los G.I. Joe, en medio de un súper mega Tsunami que no le corresponde.

Me detengo a ver como una lesbiana habla de integridad moral, al pronunciarse contra el abuso sexual.

Me mofo al presenciar, como una alta y reconocida titulada en medicina afirma que "los humanos sólo debemos tomar leche de humanos, no de animales".

Continuo mi femenina tarea y me sorprendo al ver el despilfarre de recursos en los que incurre un canal televisivo, solo para definir quién atrae a más gatada:
Si un payaso con carrera en decadencia o un salvadoreño que finge ser argentino para trabajar en el monopolio mediático.

Casi he terminado mi primer quinteto de uñas, cuando el trillado discurso de un tipo más policía que político arranca aplausos entre su elocuente y sombreruda concurrencia.
Todos parecen felices al escuchar esa frase de microbusero: "Vamos con todo".

Sin cambiar de canal, pero sí cambiando de pie, me encuentro con la ridícula excusa de siempre que justifica la libertad de un asesino/violador/sicótico en serie:
"Por falta de pruebas salió en libertad".

Si no fuera tan positiva, sería sumamente violenta.
Tal vez sería como el niño que ayer le metió el lápiz en el ojo a otro niño, luego de meterle el mismo lápiz en la mano a la maestra.
Sin mencionar que antes de hacer eso, ya le habría metido el lápiz en la espalda a otro niño hace dos semanas.

El olor inunda el cuarto.
Es cuestión de tiempo para que el barniz de las uñas de mis pies se seque.
Así también,
es cuestión de tiempo para que lo poco que queda de este país también se seque.