jueves, 14 de junio de 2007

Reflexiones

Es atípico encontrarse con situaciones que te llenen con sentimientos encontrados. A veces tristes, a veces alegres; pero sobre todo, sentimientos que te recuerdan lo que es ser humano.

Un día cualquiera, precisamente en ese momento de día, cuando el sol molesta la vista, las personas parecen dispersarse con locura y arrebato. El tráfico y el murmullo citadino, hacen que el deseo de comida sea innegable y se acreciente más y más.

Caminando por las calles de esta ciudad que me ha visto nacer, crecer y morir a ratos. Calles, puertas y paredes fieles, como testigos de ojos eternos. Mudos de voces dulces, llenos de gritos asfixiantes.

Historias inéditas, nuevas, clásicas, fugaces y reencarnadas. Avisos que sólo interpreta el errante que las vive. Pasos ligeros de tiempo. Mirada indiferente a la gente momentánea.

Pensamientos pesados. Un corazón caído y remendado se ahoga por subsistir. Con beber un sorbo de veneno, mi vida puede cambiar. Lo he intentado día con día, semana tras semana; mes tras mes.

Sigo la línea que tracé con aquellos rostros perfectos, que le dieron a la luz del mediodía el silencio de la luna. Porque estoy perdida entre miles de recuerdos, siendo atacada por una mente peligrosamente asesina.

Es simple: Abre tus ojos y ve lo contrario de lo que crees.

Mañana, de seguro, volveré a ser. Por hoy, sólo quiero sentir los errores sobre mis hombros. Las críticas deslizándose por mis dedos. Esa mirada que nadie en la distancia extraña.

Sin palabras. Sin reproches.
Sólo sensaciones por segundo.

¡Cállate maldita conciencia!

1 comentario:

Manuel Bolaños dijo...

Es algo por lo que todos pasamos. Cuando encontrés la forma de callar a la conciencia...me avisas!