martes, 3 de abril de 2007

Plusvalía "A"

Llueve.
Así llora el cielo.
Nuevamente, la niña volvió y me encontró con la vista perdida en el horizonte.

-¿Qué intentas encontrar?-me dijo- Lo que buscas no está a la vista de tus ojos. Está ahí. En ese lugar triste y tenebroso que crees habitar.

Por buscar ser una Geisha, perdí la brújula del destino. Por habitar tus fantasías, dejé olvidado el reposo de mi alma. Adelanté la muerte de mi único rubí, en un afán maldito de dar vida. Me falta valor; hoy lo sé.

Me falta coraje para vivir la muerte, y me sobra energía para malgastar la vida en caminos impíos que se desdoblan ante mis ojos.
Reconozco la risa tirana, la mirada de guillotina y la palabra en forma de navaja. Con alevosía y ventajan, los entes nebulosos gozan del festín que se ofrece. Un festín cuyo plato principal consiste en cortar, finamente, mi mirada.
Mientras veía la ventana, las lágrimas se evaporaban llenas de ira y orgullo.

-Pierdes tu tiempo diciéndome que he faltado a nuestro pacto. Eso de sobra lo sé- señalé con mi voz hiriente, mientras lanzaba como un látigo mi mirada hacia la niña que, fielmente, me descifra con sus ojos.
-Gracias- susurró.
-¡Si te haces la ignorante, no funciona! ¡Mófate de que no poseeo esa valía; ese rubí! ¡Reclámame que he perdido todo lo que me diste un día!-grité.

Con ira y llanto. Inesperadamente, la lluvia se ha trasladado dentro de mi ser. El viento sopla y gime como ruegos incoherentes que piden ser liberados desde las tinieblas. Nobles y angustiados, los faraones cristalinos dejan que el Nilo completo se vacíe por mis ojos.

-No es mi culpa. Te falta la otra mitad del medallón. Seguramente, desde que naciste la perdiste. Quizás nunca la tuviste. Es raro. Creí que tenías todo, y sólo te hacía falta quién lo hiciera andar- replicó la niña, con ese aire de ingenuidad que jamás se le borra.

1 comentario:

Ernesto Bautista dijo...

A veces uno no logra entender el silencio. Entonces el silencio se vuelve contra tí...