Telarañas se desdoblan
entre nubes de eterno sueño.
Caminante que vislumbra una luz; un eco,
entierra aquí ese objeto cortopunzante.
Un cepillo de dientes me sirve de brocha,
para pintar nuevos colores, sabores y notas de sol.
Aquella campana se oxida, se enluta; no habla.
Sólo espero un día de aventuras y luz azul.
Embriagada de sueños,
palpable y angustiada.
La noche no puede evitar sentirse triste,
de ver a esa estrella caer al abismo y quebrarse.
Suena a cataclismo este viaje sin fin.
Es todo aquello que entre helados y lágrimas te mencioné.
Con nombre, con fecha y sin lugar,
esperaré en la sombra tu mirada; tu palabra.
domingo, 8 de abril de 2007
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