jueves, 29 de marzo de 2007

No más no menos

Era de noche. Hacía frío.
Una cálida mano se deslizaba por su rostro aún húmedo por el llanto. No quería ver la realidad que la noche gritaba. Aquella niña lloraba desconsolada frente a la ventana, mientras pedía al cielo una respuesta que no necesitaba pregunta.

Cuando la vi sentí lástima por ella. Reviví el dolor y la angustia que sólo da la soledad de saber que todos están a tu lado, pero nadie te escucha. Es devastador. Duele y mata.
Con cada una de sus lágrimas quise hacer un collar nuevo de esperanzas. Borrar todo el pasado que daña y evita que las alas errantes que tanto amo sigan su camino; pero me resultó imposible. Aún es imposible.

-¿Qué triste es vivir de recuerdos?- me dijo.
- Más triste es que te vean como reflejo de esos recuerdos- contesté.

Que triste es vivir bajo la sombra de un recuerdo. De ser sólo la noción suicida de algo que murió en apariencia, pero que en forma vive y late constantemente. Que tu esencia sea limitada a todo aquello que no te pertenece y que no fue ni será nunca tuyo; pero que sin duda, es el único molde en el que cabes.

Me miré al espejo y sentí lástima de mí.
Visualicé a miles de rostros. Sentí miles de presencias dentro de mí. Respondí a miles de nombres distintos. Nombres que son bellos sólo para quienes los nombran y quienes los aman. Más ninguno era el mío. Todos eran ajenos y extraños. Errantes y humanos. Exóticos y fugaces. Pero ninguno era mi gracia.

-¿Qué tiene tu gracia que atolondra al viento, pero que no logra hacerse su compañero?- me preguntó la niña, mientras su llanto le daba una pausa; una esperanza.
-No lo sé. Creo que no soy auténtica. Quizás soy de papel o de humo. No soy real más que para mí misma. Soy invisible ante los demás- argumenté con la mayor de las penas.

A nadie se lo he dicho antes, pero ahora me siento capaz de decirlo:
He vivido bajo la sombra de dos recuerdos. Poseo dos nombres distintos y dos rostros diferentes. Yo no los busqué, ellos me eligieron.
Es así como ahora se me presenta la oportunidad de vivir bajo otro nombre y tener otro rostro. Pero yo no quiero más de eso. Quiero mi vida, por primera vez, para mí.

Deseo que al despertar alguien me llame por mi nombre. Piense en mi nombre y suspire por mi gracia. Sin que las ataduras de otros cuerpos lejanos y muertos lo alejen de mi regazo. Es sencillo, pero no efímero.

Si debo confesar mi pena, lo haré. No quiero ser más aquella, ni esa o mucho menos alguna. Quiero ser yo, mi único yo y sólo yo.
Viviré mi gracia en todo lo que da. Mostraré mis alas limpias de viajes errantes y suicidas. Ahogaré en mis pantanos a esas figuras con las cuales se me confunde, se me olvida y se me vive.

Empezaré a ser yo...

-Este no es el camino. Aquí nadie te escuchará- dice la niña mientras la inocencia se esfuma de su rostro.
-Sólo Dios lo dirá. Ahora déjame decansar y preparar a mi corazón para el adiós- reflexioné, mientras buscaba la ventana para llorar, amargamente, mi suerte.

1 comentario:

Manuel Bolaños dijo...

:::soko:::
Muy bueno, comadre...