miércoles, 21 de marzo de 2007

Una lucha que no puedo ganar

-¿Qué es más fácil?- me pregunta la niña.

-Es más fácil luchar contra un ejército completo que luchar contra un recuerdo- dije.

-¿Y por qué? Un recuerdo no es más que un ejército. Por el contrario, la fuerza, la gloria y el poderío lo tiene mil veces un ejército- argumentó sonriente e ilusionada.

-Eso no es cierto- murmuré entre dientes, mientras dirigía la mirada hacia un lado.

Un recuerdo no tiene manos, pero aprisiona tus entrañas y cada uno de tus deseos.
No tiene boca. Sin embargo, escuchas los ecos de su voz por cada rincón de tu cuerpo.
Sientes su latir dentro de tí, a pesar de que su corazón se encuentra en un cuerpo muy distante al tuyo.
Te paraliza y te electriza, aún cuando miles de telarañas mentales lo intenten cubrir.
No sabe de polvo, de tiempo, ni de espacio.
Estrategias: Sabe demasiadas.
Ataques: Infinitos, impredecibles e inoportunos.
Su armamento depende de tí.
Mientras que la efectividad de éste, nadie la puede medir. Eso depende de cada línea de vida.
Tiene fuerza. Es cómo si el universo completo fuera Goliat y te aplastara.
Tiene gloria. Está en el pedestal más alto de tu ser que no lo puedes ver.
Tiene poderío. Con sólo el viento de su presencia, date por muerta.
Por mucho que busques ganarle, eso es imposible.

-¿Por qué?- sollozó la niña.

-Él no sabe de muerte, ni de olvido- dije.

Luego las dos lloramos, nuevamente, frente a la ventana...

1 comentario:

Mario Zetino dijo...

Un recuerdo no sabe de muerte ni de olvido... Cierto e interesante. Letalmente interesante.